Terapia Gestalt

 

¿Qué és la Terapia Gestalt?

Imagina que hace tiempo emprendiste un largo viaje y ahora deseas volver a casa. Has estado fuera tanto tiempo que ya no recuerdas el camino de regreso. No sabes volver. Coges un camino y al rato te das cuenta de que no vas en la dirección adecuada, la que lleva a tu casa. Y así una y otra vez. Te decides a preguntar a otros viajeros. Algunos te ayudan a orientarte. Otros andan más perdidos que tú. Los hay que ni si quiera hablan tu mismo idioma, así que ni te entienden. Te duelen los pies y la espalda de cargar con una mochila pesada. Un día, cansada o cansado de andar y desandar los caminos, descubres un punto de información. Encuentras alguien que te escucha y te ofrece mapas y guías con los que puedes orientarte mejor hacia la ruta de vuelta casa.¡Qué descanso sentir por fin que alguien te escucha y disponer de un buen mapa! Como resultó ser una buena experiencia y una guía útil para el camino, decides dejarte acompañar por ese/a caminante con algo más de experiencia durante un trecho. Por un tiempo, decides que caminareis juntos, codo a codo.

Tras un largo trayecto, llegas por fin a casa y se la señalas a tu acompañante nada más llegar: ¡Esta es mi casa! Cuando estas ante la puerta después de tanto tiempo ausente, te invade una alegría extraña, en parte por haber vuelto y en parte porque no sabes como la encontrarás. Buscas la llave. La llave es imprescindible para poder abrir incluso la puerta más envejecida y oxidada. Abres, al fin, y al entrar todo vuelve a tu memoria tal y como lo dejaste. El espejo de la entrada te devuelve tu imagen y ves un canto desconchado en una esquina que ya no recordabas. Reconocerte te conforta y te complace sentirte de nuevo en casa. La encuentras vacía, quieta, con olor a cerrado, a media luz, descuidada. Lo normal cuando una casa está deshabitada mucho tiempo. El parquet cruje al ir a abrir las ventanas para ventilar, se han fundido algunas bombillas y el agua del grifo sale sucia. En fin, que tras el largo viaje, como si todo lo que te hubiera acontecido hubiera sido poco, comprendes que le hacen falta algunos ajustes y una limpieza a fondo. Por suerte, tu compañero de viaje continúa a tu lado y, como también tiene cierta experiencia en poner a punto casas deshabitadas y hacer ajustes, vuelve a ser de gran ayuda.
Más tarde, cuando tu casa ya está limpia y funcionando, cuando empiezas a sentirte bien, decides llamar a tu familia y a algunos amigos para anunciarles que has vuelto a casa; los padres siempre se alegran (aunque no te lo digan). De repente, mientras vas haciendo llamadas y explicándolo en voz alta te preguntas ¿por qué estás ahí? ¿Para qué has vuelto? Y poco a poco vas descubriendo la respuesta: para decir que SÍ. Sí a mi casa. Sí a la madre que tienes. Sí al padre que tienes, sí a tus hermanos, a tus amigos, a tu ciudad… Siempre volvemos para decir que “sí”, sí a todo, profundamente. Volvemos para aceptar, para acoger lo que somos y reconciliarnos con lo vivido.

Entonces preparas dos tazas de té y te despides agradecida o agradecido de tu acompañante, quien te escuchó, te facilito mapas, te ayudó a poner la casa a punto. Reconoces el camino recorrido y ,aunque en compañía, te satisface sobremanera sentir que lo has hecho todo tú. Es tu logro.

La primera noche en casa todo es familiar y nuevo a la vez. Antes de ir a dormir repasas tu renovado hogar. De pasada, te vuelves a ver en el espejo de la entrada. La vida vivida es, ahora, tu propia fuerza y tu mejor soporte. Ahora ya no importa lo que ocurrió, ni cuanto dolió, ni cuanto injusto fue. Ahora puedes estar en paz con lo vivido. Todo está bien.

Y esta, es la historia de un proceso de terapia. Un camino personal -y acompañado- de retorno a uno mismo para poder aceptarse y aceptar lo vivido. Retomar la vida, ¿por qué no? desde el amor y desde la libertad, explorando el coraje de ser uno mismo.

Ideas y expresiones clave

Fritz Perls, médico psiquiatra (Berlín 1893-1970), es el padre de la Terapia Gestalt, que desarrolló junto con su primera pareja, Laura Perls. Otros pioneros como P. Goodman y J. Hefferline les acompañaron y dejaron una valiosa huella. Procedían del Psicoanálisis, y bebieron de las de las filosofías orientales, como el Budismo, de donde viene, por ejemplo, la importancia que la Gestalt da al trabajo de la presencia, al “aquí y ahora”.He aquí algunas de las ideas y expresiones claves de la Terapia Gestalt que sus creadores acuñaron, y que definen la manera de trabajar de los terapeutas en el marco de la Gestalt.

Gestalt. Esta palabra alemana, sin traducción exacta, viene a significar totalidad, conjunto, forma. Sugiere la idea de un círculo o de un ciclo. Hablamos de cerrar o de completar un asunto pendiente o inacabado, es decir, de completar un ciclo de experiencia. Todos los seres vivos tendemos a satisfacer nuestras necesidades. Con las neurosis, interrumpimos el ciclo que nos llevaría a esta satisfacción, y así es como van quedando necesidades pendientes de completar, y acumulamos asuntos pendientes, hecho que nos resta mucha energía y provoca bloqueo en lugar de fluidez. La Terapia Gestalt nos permite retomar estos asuntos pendientes, ofreciéndonos recursos para poder cerrarlos lo mejor posible. Esta resolución conlleva un estado interno de paz, que permite recuperar vitalidad y alegría.

Darse cuenta. Significa percatarse de la experiencia que está teniendo lugar en el aquí y ahora. Es decir, tomar consciencia de lo que me pasa en el momento presente. De este dar te cuenta se deriva, a menudo, un insight, un ¡ajá! ¡ya lo tengo! ¡eureka!, que te lleva a una comprensión profunda de alguna cosa hasta entonces oculta. A veces, esta nueva ventana abierta nos permite ver otra, y se da, entonces, un movimiento de dominó, en cada nuevo “¡eureka! Extrae una capa más de la cebolla, acercándote a quien verdaderamente eres.
Mirar la realidad de cara. Es dejar de esquivar y de evitar las circunstancias, o de distraernos, para rendirnos y dejarnos tocar por la vivencia para atrevernos a sentir lo que nos está pasando. Así es como podemos actuar y hacernos cargo de la parte de responsabilidad que tenemos en ello.

Ver al otro. Significa tenerle en cuenta, mirarle, escucharle, respetarle, tal vez comprenderle. Todos queremos ser vistos, reconocidos. Todos tenemos, en lo profundo, un deseo de ser aceptados y queridos tal como somos.

Autentizarse versus neurotizarse. Es promover el coraje de ser uno mismo. Aceptarme tal y como soy, sin añadirme ni restarme nada, respetando mi auténtica manera de ser, y confiar en ello. Nos neurotizamos cuando, para complacer a los otros o para que nos quieran (que suele ir junto), desconfiamos de nuestra verdadera naturaleza y nos inventamos un falso yo, una máscara. Esta invención, aunque no lo parezca, nos debilita y nos aisla. Conocer y conciliarnos con nuestra menera de ser real, en cambio, nos fortalece y nos permite desplegar todos los recursos y posibilidades que poseemos. Así recuperamos fuerza y alegría.

Autoapoyo. Es el apoyo en ti mismo o en ti misma que te permite sostenerte, en lugar de apoyarte en los demás. Confiar en tus propias experiencias pasadas te da la capacidad de resolver las dificultades y los retos que te llegarán.

Responsabilizarse. Significa hacerte cargo de las consecuencias que se derivan de tus decisiones y de tus actos (en lugar de victimizarte o de evitarlas). Se refiere a tu capacidad de respuesta ante las circunstancias.
Ayuda que pasa a través de otro. Lo curativo es la relación en sí misma porque ésta es el vehículo de la ayuda. Lo que nos cura es lo que pasa entre tú y yo, entre tú y los demás. La interacción y el intercambio personal es lo que nos permite crecer, madurar y llegar a ser personas completas.

¿Cuándo es recomendable?

Hay dos motivos básicos para iniciar un proceso terapéutico:Cuando ante una situación difícil o de crisis hemos intentado soluciones sin éxito y seguimos sintiéndonos mal. Para empezar un proceso es imprescindible reconocer que no estamos bien. Que frecuentemente nos sentimos tristes, enfadados, deprimidos, tal vez confusos, o angustiados, o vacíos. Aceptar el malestar y admitirnos a nosotros mismos que no podemos tirar para adelante solos o solas, así como sentir que queremos aliviar nuestro sufrimiento y sentirnos mejor en nuestra propia piel, es un buen punto de partida para iniciar el trabajo.

La Terapia Gestalt también sirve para que las personas nos conozcamos mejor, aunque nos encontremos bien y nuestra vida sea razonablemente buena. Nos enseña a observarnos y a darnos cuenta de cómo nos situamos en el mundo y cómo nos relacionamos con los demás. También nos enseña a conocer nuestras limitaciones y nuestras posibilidades. Saber “cómo funcionamos” nos da la capacidad de escoger cambiar, tanto nuestra conducta como nuestra manera de pensar, y de iniciar lo que llamamos un crecimiento personal.

La posibilidad de trabajar con nosotros mismos de esta doble manera –con el darnos cuenta de lo que nos pasa internamente y aliviando el sufrimiento- hace de la Gestalt una terapia humanista.

¿Cómo nos ayuda la Terapia Gestalt?

Activando o ajustando los mecanismos de contacto con nosotros mismos y con el mundo, ayudando a crecer esas partes nuestras que se han quedado pequeñas, podemos vivir de manera mucho más satisfactoria.

La Terapia Gestalt nos ayuda a conectar con lo que nos pasa, con lo que estamos sintiendo en relación con nuestros asuntos y en relación con los demás. Nos ayuda a conectar con nuestras emociones, a identificarlas y a observarlas, y sobre todo a saber qué hacer con eso que siento y que me pasa. Nos ayuda a conectar con nuestras experiencias de manera más consciente para identificar nuestras necesidades profundas y poder satisfacerlas.

El trabajo gestáltico, a través de la relación que se establece entre terapeuta y cliente o paciente, permite reconocer y abandonar la máscara tras la cual solemos vivir, para empezar a ser quien realmente somos, con nuestra singular manera de pensar, de sentir y de expresarnos. Esta aceptación de quien realmente somos hace posible que nos abramos y despleguemos todas nuestras posibilidades, aquellas que nos son propias.

A medida en que nos reconciliamos y hacemos más amigable la relación con nosotros mismos, también mejoran nuestras relaciones personales. Sentimos que podemos confiar y sostenernos en nosotros mismos, y aflora un sentimiento de respeto y de amor por uno mismo (autoestima), que nos empuja a vivir con más alegría y más libertad. La consecuencia de todo esto es el hecho de florecer como persona.

Este trabajo de sanación, si lo podemos llamar así, y de autoconocimiento es un proceso que pasa a través de la relación entre terapeuta y cliente. El uno sana a través del otro, porque lo que es curativo, estructurante, es la relación en sí misma. Más allá de la terapia, lo que nos hace bien a las personas es estar en sana relación con nuestros iguales y ser capaces de sostenernos en el diálogo y en la experiencia en curso.


¿Cómo es una sesión?
Los encuentros de terapia, que llamamos sesiones, son espacios de tiempo limitado en un entorno privado y confortable, en que se va construyendo la relación de intercambio entre terapeuta y cliente.
La calidad de esta relación que se despliega entre las dos personas, la regularidad de las sesiones y el compromiso mutuo, sostiene y enmarca el proceso terapéutico.
Lo más relevante de las sesiones es la propia relación que establezco con cada persona. Ésta relación se basa en la confidencialidad y el no juicio, y deviene una relación íntima donde todas las creencias, emociones, pensamientos y deseos, malestares y dificultades, tanto mentales como emocionales, como corporales pueden ser expresadas con libertad. La atención y la consciencia se enfocan en el presente y desde este presente exploramos el pasado y sus efectos en el hoy, el ahora de la sesión y en el día a día. De este modo, accedemos también a los recursos apropiados para integrarlos en el día a día.
Mi tarea como terapeuta es facilitar un espacio físico, cognitivo y emocional. Mantenerme abierta, con una presencia completa y una escucha activa, en contacto con la persona y conmigo misma, y expresar mis percepciones. Acompañar el proceso y facilitar preguntas clave y experiencias para explorar el mundo interno de la persona y el reflejo que tiene en su entorno. Todo ello para que la persona pueda hacer uso de sus recursos de la manera más favorable posible, así como confiar y sostenerse sobre sí misma.